La relación entre la obras de Virginia Bernal y Salvador Torres viene dada por una conexión estética a la recuperación de la huella visual para la creación de un discurso propio.
 
Por ello se nos presentan en esta muestra trabajos con elementos que les definen y les comunican, mientras narran individualmente como dos términos de una misma oración.
En las obras de ambos autores hay un gusto, un aroma por un tiempo pre-científico e industrial y les emparenta el uso de las técnicas fotográficas alternativas del siglo XIX, herederas del daguerrotipo como la cianotipia y la goma bicromatada.
 
 
Acerca de Virginia Bernal ha escrito el crítico Fernando Vázquez Casillas: ”... esta artista visual tiene en el discurso fotográfico su vocabulario expresivo. Léxico a través del que nos cuenta historias, sus historias. Por lo tanto ya sea mediante recursos como la fotografía estenopéica, la goma bicromatada, la cianotipia o a través de la composición escénica de la imágen, Virginia siempre se representa a sí misma como acto en primera persona y lo ejerce, constantemente, bajo el yo conceptual del yo del artista. En este aspecto, construye sueños fantásticos en los que la propia fotógrafa queda plasmada, representada en esencia”.
Las obras de Virginia Bernal nos muestran reflexiones a través de pequeños protagonistas como sucede en los proyectos de arquitectura pero aumentados de su minúscula escala original. De ahí su apariencia y proporciones propias de una maqueta vista a través de una lupa, cuya aspecto se torna más como un juguete u objeto que representa lo que no es.
En su proceso creativo Virginia Bernal hereda el modo de construcción del cine clásico, en el que los coloridos y luminosos decorados eran filmados y reproducidos en blanco y negro en beneficio de una atmosfera y ambientación concretos, como es el caso de sus fotografías realizadas con emulsiones antiguas.
 
Sobre la obra de Salvador Torres escribe el crítico Pedro Manzano: “... lo dramático aparece reconvertido en juego desmitificador. En sus piezas un halo intemporal envuelve las situaciones, las arquitecturas y los personajes, que transmutados en símbolos quedan fijados en un tiempo indeterminado –cuando los objetos precisaban la calidez del tacto y las imágenes parecían escapadas de las oscuras salas de los cinematógrafos– impreciso, pero reconocible como si figuras y paisaje fueran la representación de un espacio mental y siempre hubieran formado parte de nuestros recuerdos”.
Si la obra plástica de Salvador Torres se estructura dentro de unas latitudes espaciales, literarias y cinematográficas concretas, sus incursiones fotográficas escenifican en su persona esa recreación de las aventuras de mitos adscritos a la aventura y el viaje interior o exterior, sean reales o ficticios. Torres adopta para sí las aventuras de estos personajes. Para la documentación de estas aventuras suplantadas y, a modo de cuaderno de campo, utiliza la cianotipia y la goma bicromatada. Así, las imágenes obtenidas resultan cercanas a la estética del daguerrotipo.